martes, 10 de abril de 2012

Las Chicas

Zulema

Dormir ahí era un sueño, un palacio ubicado en un pueblo del quinto infierno,
pero de una belleza moderna aluscinante. La entrada, transformada en un garage,
con dos puertas de madera con vidrío y unas cortinas de gaza muy finas color hueso.
Por una de las puertas entrabas al consultorio, de piso parquet.Una mini oficinita delante
comunicaba por dentro al espacio que entrabas por la otra puerta, un living hermoso con dos silloncitos en las paredes, con la madera trabajada y el tapizado con arabescos en rojos y cremas, un piso alfombrado como de terciopelo verde suave, un sillón comodísimo verde también, verde musgo, con un cenicero dorado apoyado en un cuero marrón en uno de sus  brazos. En frente una mesita con rueditas, llena de bebidas y copas de cristal con dibujos. En las paredes platitos con motivos y leyendas orientales, un cuadro de un pintor del nuevo realismo argentino.Una carbonilla horrible, con la cara de un vagabundo o algún aborigen tristisimo, pienso eso porque era un hombre de pelo largo. Mi abuela me dijo que no estaba terminado porque al pintor le agarró un paro cardíaco. En la casa de una amiga de la primer adolescencia, una amiga huérfana de padre y madre estricta profesora del nacional, había una reproducción del mismo. En una de las paredes colgaba una minivitrina dorada, con todos muñequitos souvenirs de las fiestas familiares.
Al lado estaba la escalera del marmol marfil que conducía todos los sueños de esa casa hacia arriba.
Los techos bien altos,  y los placares blancos empotrados a la pared, todo con un empapelado con
motivos en dorado suave. Las ventanas de las habitaciones, de un lado daban a balcones que miraban hacía
la avenida principal y las otras a un jardín precioso, con bananeros y lleno de enredaderas y plantas bien cuidadas, siempre soñé con la promesa de mi abuela, alguna vez ibamos a tener un laguito con patos y peces.
Las cosas quedaron ahí, intactas, o casí, hicieron lo suyo, juntaron polvo, hollín, las historias clinicas de mi abuelo, los recetarios y la maquina de escribir en su lugar, juntando tiempo, tiempo y más tiempo, y un recuerdo doloroso, inmóvil y hasta me atrevería, dañino.
Cuando supe habitarla, revolví todo, robe libros, ropa, carteras, zapatos, algunas joyas, fantasías y planté en en jardín unas zanahorias, tomates y otras verduras que venían en frasquitos de la juliana jardinera. Hacíamos pozos juntando lombrices y buscábamos ranas enormes con los ojos celestes, las poniamos en baldes y nos las llevábamos a casa. Dormíamos junto a ellas o las coleccionábamos en una pelopincho. Llegamos a tener muchas, como treinta. Con mi prima hacíamos seciones de fotos en el medio de la selva, nos poníamos pañuelos, todos los de mi abuela, a mi me encantaba uno de animal print, me hacia un vestidito,lo cruzaba y me lo ataba al cuello. Arriba le ponía ponía algunos collares doraros con piedritas de colores, después me pintaba con un delineador azul metalizado y un lápiz labial coral, casi anaranjado. Podía pasar toda la tarde pensando que era dueña de ese palacio y que ademas que era una especie de actriz importante, no se si de hollywood, pero.. podía fantasear los mejores placeres para mi. Todo esa sensación estaba inspirada en unos cuadros chicos que mi abuela tenía encima de su cama, yo siempre creí que eran sus retratos, una chica morena con ojos claros y pelo largo ceniza, sosteniendo la mirada intensamente, con el torso semidesnudo. Cuando llegaba la hora en la que me aburría de la belleza, y desistía por jugar a tener varios amantes. Salía a la librería de enfrente a comprar pinturas o alguna plantilla de stickers o en otro caso podía interrumpir mi sueño de fantasía, porque empezaba corazón de tiza de Flavia Palmiero o la banda de golden rocket. Cuando no teníamos de que hablar con mi abuela, le preguntaba que había pasado con el abuelo, que ella tanto nombraba. Me decía siempre medio llorando"se murió un día que yo tenia un vestido Dior color amarillo, nunca más lo usé".
¿Y como se conocieron?, bueno, me decía, "mi hermana Lidía que era más bien vaga y se escapaba de casa poniendo almohadas en la cama para ir al baile, un día me obligó a ir a uno. Yo me había cosido un vestido rosa Dior, no era Dior, eramos más bien pobres,porque eramos cinco hermanas. Tu abuelo tenia unos ojos celestes hermosos, y me invitó a bailar, en ese momento se estaba por recibir de médico, cosa que lucho toda su vida, porque de noche trabajaba de panadero. Después se compro una moto y salió a dar injecciones, vivia de eso. Los padres jamás quisieron que estudie, querían que se haga cargo de la panadería. Después nos casamos y vivimos en una casa que le alquilabamos a los padres. Ellos nunca jamas se negaron a que pagáramos el alquiler, ellos nunca jamás me quisieron, a mi eso me daba muchisima lastima, después con la anestesia le fue muy bien, y compramos ésta casa. Tardamos un año en reformarla. Era un sueño".

Maria Elena

Zapatitos de taco clásicos, conjuntito de saco y pollera por debajo de las rodillas. Pelo cortisimo al estilo de lady Di. En ese momento manejaba un renault 12 blanco. Me contó que su vocación nació un día que salvó a un pajarito con el ala rota. Cursó un secundario excelente, se adelantó un año para poder ser más joven en la facultad. Un vez que lloré mucho frente a ella, por el maltrato insoportable de mi padre,que voy a decirlo, me arruino la vida, o mejor, construyó para mi un montón de paredes de miedos y frustraciones. Mi abuela me dijo que una vez estuvo internada unos meses en un hospital,  yo entendí que era un neuropsiquiatrico, que no quería comer por una angustia temible que ella nunca jamás me contó. Que no quería ver a sus hijos, y que lo único que le importaba era estudiar, salir del hospital, rendir el final y volver. Eso le hacía ver la luz en ese momento. Ella lo que me quiso decir era algo así como que siempre hay algo bueno y rescatable en tocar fondo, como una bendición del mal divino, un empuje que te da el contraste en la obscuridad.

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